11.6.08

El narco y los medios

Editorial de Alejandro Gertz par El Uniersal
Hace más de 20 años la revista Alarma vendía millones de ejemplares anualmente, en los cuales se exaltaban y exhibían los crímenes más aberrantes, las conductas más brutales, así como las formas desbordadas de las mujeres más pecaminosas de aquella sociedad puritana, barroca y muy morbosa; y en ese entonces al propietario de la suculenta publicación le dio por enloquecer y se dedicó, en una revista paralela, a retar al poder público y a insultarlo midiendo fuerzas con la dictadura, que todavía era perfecta, y que lo llevó al Santo Tribunal de la Inquisición de la Secretaría de Gobernación para someterlo a la ordalía de un linchamiento público que fue ejemplo para los “chicos de la prensa”, que entendieron que la paciencia del poder tenía sus límites y que éstos se habían rebasado con la consecuente ejecución de aquel insensato, que había perdido el sentido de la realidad.
Ese ejemplo sirvió para contener por varios años a los buenos y a los malos, a los chantajistas y a los claridosos de la nota roja, y así el horror de la vida subterránea, en la que navega el crimen y el delito en el mar proceloso de los hampones en todas sus denominaciones, sólo asomó en forma parca y discreta la cresta de sus oleajes, mientras continuaban en el fondo afianzándose las alianzas truculentas entre los dueños del delito y sus socios en el poder.

Esos tiempos del silencio cómplice corrieron en forma paralela con la modernidad en la delincuencia, que transitó de la producción y exportación de droga al gran ambulantaje del narcomenudeo, que penetró en la vida cotidiana de todas las ciudades del país, invadiendo escuelas, centros urbanos, lugares de reunión, antros, tienditas y picaderos, en los que cientos de miles, y quizá millones de niños y jóvenes han sido enrolados en el vasto ejército de los zombies de la drogadicción y de la delincuencia.

Por esas razones, las universidades y los centros educativos ahora están luchando a brazo partido para contener esta ola de destrucción y aniquilamiento humano, mientras una nueva guerra publicitaria, que ya parecía olvidada, vuelve a surgir con la fuerza de los medios electrónicos para horrorizar a una comunidad que creía que si ocultaba su desgracia ésta no iba a crecer y a multiplicarse en la forma que finalmente ha ocurrido.

En esta nueva etapa del escándalo de nota roja ya es imposible repetir el castigo bíblico de la revista Alarma, ya que ahora los medios son masivos, electrónicos e incontenibles y la lucha entre los criminales de todos los bandos y en todos los niveles se ha desbocado de tal manera que las ejecuciones, degüellos y matanzas no tienen paralelo en la historia del país, en una explosión de violencia que ha dejado pasmada a la sociedad y al Estado mismo, que está tratando desesperadamente de controlar ese tsunami, mientras hay quien tiene la esperanza de que las bestias del narcotráfico lleguen a algún acuerdo repartiéndose sus territorios, lo cual sería lo peor que nos podría pasar, porque esa sería la señal de que ya se perdió la guerra en la que ellos habrían ganado y la sociedad mexicana habría perdido la oportunidad de salvarse.

editorial2003@terra.com.mx
Doctor en Derecho