3.7.08

La Herida de Teresa Margolles


Camino a tomar el autobús que me llevaría a la Fundación/Colección Jumex, pasé entre unos puestos de comida en la calle. El olor que despedían las fritangas y la carne era intenso, incluso se diría rancio. Imposible hablar de que éste invitara a querer comer un taco y, mucho menos, que pudiera considerarse un aroma grato. Sin embargo, es el que convoca a cientos de paseantes de pocos recursos, burócratas, albañiles, etc. a acercarse a los puestos, provocados por el hambre o el antojo de hincar un diente en lo que para ellos resulta apetitoso. Sin duda las calles de nuestro México no dejan de recordarnos en todo momento que sólo algunos pocos somos unos favorecidos y que la mayoría está al margen de cualquier privilegio. Recordarnos que buena parte de la sociedad crece y se desarrolla al margen de los beneficios económicos y en una intrincada problemática social que no tiene en cuenta ni necesidades ni mucho menos sueños. Un inmenso grupo social que está inmerso en la pobreza (intentando sobrevivir), en la frustración, la ilegalidad y la violencia que ha traído esa miseria, engendradas también por los intereses mezquinos de unos cuantos, entre ellos, los que tienen que ver con el narcotráfico.


Ustedes dirán: ¿A qué viene a cuento todo esto?Pues viene a propósito de la obra reciente de Teresa Margolles, curada por Taiyana Pimentel, la cual se exhibió recientemente en la Fundación/Colección Jumex, como una comisión de la misma a la artista –aprovechando que se exponía la obra de la estadunidense Kiki Smith, artista que se ha ocupado, entre otros aspectos, del cuerpo humano.


Dado que la Fundación Jumex se encuentra en Ecatepec, Estado de México, Teresa Margolles consideró justo pensar en un proyecto específico dirigido a la gente de esa zona urbana, aunque ésta no pudiera tener acceso a la Fundación. Consideró entonces, llevar al interior de las instalaciones de Jumex “la herida”, una de las muchas, de los habitantes de Ecatepec –sobre todo jóvenes–, ocasionada por muerte violenta y por drogas.


Escribió Margolles en el folleto de la muestra:Partiendo del contexto socio-urbano en el que se encuentra enclavada Fundación/Colección Jumex, he construido un surco en la superficie del suelo de 8m. de largo por 15cm. de ancho y de 3cm. de profundidad, que contiene fluidos de personas asesinadas, que en el transcurso de la muestra se convertirán en costra. Aludiendo a la situación de violencia y marginalidad del espacio geográfico.



Bueno, la herida no se transformará en costra, debido a la permanencia breve de la obra (brevísima, dado que sólo se mostró al público los días 31 de mayo, 1 de junio y 5 y 7 de octubre) en una de las salas de la Fundación (a diferencia de la muestra de Kiki Smith que permaneció más de 4 meses, pero con la cual la obra de Margolles coincide en fechas de inauguración y de clausura). Cuestión de la que seguramente estaría al tanto la artista y que, sin embargo, no la llevó a negarse a presentar su trabajo, aunque –como ella expresó en una conversación pública en Jumex (7 de octubre de 2007)–, no dejaba de darle coraje, pues lo más importante para ella en este caso particular es el proceso. Una contradicción que bien tendría que reflexionar Margolles para lo que venga después y así ser congruente hasta el fondo con sus iniciativas. Y una situación –dado lo limitado del tiempo de exposición– que nos hace preguntarnos ¿quién decide en la Fundación/Colección Jumex qué exhibir y qué no exhibir y con cuáles criterios, así como el tiempo de su permanencia en las instalaciones? Pues tal pareciera que se tomó una decisión –presentar la intervención de Teresa Margolles– de la cual se arrepintieron al poco tiempo.


La idea de la propuesta artística Herida no es en absoluto mala. El concepto es bueno y comprometido y se suma a otras intervenciones in situ que Margolles ha venido realizando en México y en el extranjero. La sobrevivencia del impacto por muerte violenta, por asesinato, toma cuerpo en los restos de los fluidos de las víctimas que se vertieron sobre la plancha de la morgue hacia el canal que conduce al caño. Canal que fue reproducido en sus medidas por dos albañiles durante tres días a golpe de martillo y cincel sobre el piso de concreto de la sala de exposición de la Fundación. Fluido que, dato curioso, buscó escapar del lugar, filtrándose al piso inferior a pesar de su densidad. Cuarenta litros a ras del suelo de lo que una vez estuviera vivo y, paradójicamente, continuara un proceso orgánico de descomposición. “¿Cuánto vive un cadáver y lo que es parte de él…?”, se pregunta Teresa Margolles.El Zorrillo, improvisado maestro de albañilería, quien ejecutó el trabajo, forma parte –según lo escrito en el folleto de la obra­– de un grupo social característico de Ecatepec, conformado por jóvenes desplazados de la economía industrial de la región y es, para definirlo más precisamente, parte de las crecientes estadísticas del ejército de desempleados en edad laboral.

Tomado de www.replica21.com
Quizá este joven fue elegido por Margolles para decirnos tácitamente que no todos los jóvenes de Ecatepec son unos desbandados y que si se les da una posibilidad, la aprovecharán de la mejor manera


Teresa Margolles tiene carácter y decisión. Es una mujer sencilla, directa y que si bien no puede verbalmente abundar demasiado sobre sus trabajos, logra por lo regular conceptos redondos, efectivos. Ama la vida y no teme a la muerte. Puede hacer lo que hace por convicción, porque es una apasionada de su trabajo y porque no tiene prejuicios. Además conoce profundamente los ambientes (la morgue y las colonias populares) en los cuales nacen sus conceptos y de los cuales toma sin reparo alguno lo que necesita para desarrollarlos con limpieza estética, se diría minimalista. Limpieza perfecta para no sufrir de entrada rechazo por parte del observador y así lograr situarlo en relación con los problemas inherentes a la violencia (sea social o física) y sus consecuencias, entre ellas la muerte.


Margolles al igual que su intervención Herida son capaces de enfrentarnos con nuestras fragilidades, con nuestras carencias e indiferencia hacia el otro, estimulando en nosotros una real construcción de significado. No por nada, el hedor que emanaba de sus fluidos e invadía la blanca, impecable y vacía sala de la Fundación/Colección Jumex, lacerada únicamente por la exigua hendidura de sustancia parda, estaba ahí para recordarlas y no permitirnos salir ilesos de su contacto.